miércoles, 7 de enero de 2015

Cuando ESCUCHAMOS un Cuento...

Los cuentos ponen en marcha la Vida Interior, y eso reviste especial importancia cuando la vida interior está amedrentada, encajonada ó acorralada.
El cuento engrasa el montacargas y las poleas, estimula la adrenalina, nos muestra la manera de salir, ya sea por arriba o por abajo y, en premio a nuestro esfuerzo, nos abre unas anchas y cómodas puertas donde antes no había más que paredes en blanco, unas puertas que nos conducen al país de los sueños, al amor y a la sabiduría y nos llevan de vuelta a nuestra auténtica vida de mujeres sabias y salvajes.
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Por consiguiente, para fomentar nuestra relación de parentesco con la naturaleza instintiva, es muy útil comprender los cuentos como si estuviéramos dentro de ellos y no como si ellos estuvieran fuera de nosotros.  Entramos en un cuento a través de la puerta del oído intermedio.
El relato hablado toca el nervio auditivo que discurre por la base del cráneo y penetra en la médula oblonga justo por debajo del puente de Valorio.  Allí los impulsos auditivos se transmiten a la conciencia o bien al alma, según sea la actitud del oyente.

Los antiguos anatomistas decían que el nervio auditivo se dividía en tres o más caminos en el interior del cerebro.  De ello deducían que el oído podía escuchar a tres niveles distintos.  Un camino estaba destinado a las conversaciones mundanas.  El segundo era para adquirir erudición y apreciar el arte, y el tercero permitía que el alma oyera consejos que pudieran servirle de guía y adquiriera sabiduría durante su permanencia en la tierra.

Hay que escuchar por tanto con el oído del alma, pues ésta es la misión del cuento.

("Mujeres que corren con los lobos" - Clarissa Pinkola Estés)

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