La herencia cultural ancestral es un legado profundo que permite, a quienes buscan, encontrar el camino de regreso a la conexión sagrada que da sentido y propósito a nuestros pasos sobre esta Tierra Luminosa en el Hemisferio Sur, en Abya Yala.
En la cosmovisión Andina existen cuatro momentos importantes en el ciclo vital del maíz como referencia esencial, que coinciden con los equinoccios y solsticios.
Amawt´as y Achachilas de los Andes nos enseñan a venerar la Madre Tierra, porque ella constituye fuente inagotable de vida y sabiduría.
Pulsando los ciclos, el Equinoccio de Septiembre simboliza la época de la siembra, tiempo en el que ofrendamos y agradecemos la fertilidad de la Tierra, y danzando la danza de los días, el laboreo humano acompaña el cobijo y sostén de la semilla que para la fecha que nos convoca, el Solsticio de Verano la semilla que ha brotado del vientre de su madre, ahora ya es una planta, que se eleva al cielo llena de vida. Los ojos de los abuelos y abuelas expresan nítidamente el júbilo que sienten por su hermosura, su bondad, su fortaleza.
Así, el Qhapaq Raymi ha sido una festividad dedicada a la continuación de la vida, estaba explícitamente dedicada a las nuevas generaciones, a los niños y jóvenes, que luego del gran ritual pasaban a formar parte viva, activa y sujetos de la sociedad en sí.
Antiguamente los mayores engalanaban a las futuras generaciones con obsequios celebrando el ritual de la dotación simbólica a los recién nacidos, de prendas de vestir, los valores más preciados, los útiles y herramientas más esenciales para que ellos sean los continuadores de su compromiso natural adquirido en la vida y que los irían trasmitiendo de generación en generación. Este acto de ofrenda a los menores, se traducía en base al compromiso y la participación recíproca de todos los integrantes de la comunidad.
Qhapaq Raymi
significa estación que otorga
excelencia y grandeza de espíritu.
Así mismo, este tiempo estaba dedicado especialmente a la juventud masculina, de ahí que se llamaba “Fiesta de Fortalecimiento” y era “para los jóvenes entre los 15 y 21 años de edad”*. Es la razón de que en el Qhapaq Raymi se efectuaba especialmente el evento denominado Warachikuy, o sea la medida o pruebas que pasaban la juventud masculina. En su aspecto interno las pruebas eran ante todo para verificar las capacidades y potencialidades espirituales innatas de los muchachos.
Hoy esto ya no se realiza de tal manera. Sin embargo, para recibir esta fecha andina podemos hacer una buena limpieza psico-física del hogar, así como de nuestras personas; y si alguien desea hacer ayuno pleno o parcial puede hacerlo.
Ya en el día del inicio del solsticio de verano podemos hacer una introspección psicológica profunda en silencio a fin de auto-evaluarnos sobre nuestras potencialidades internas que traemos desde el nacimiento, y a su vez en qué medida lo estamos acrecentando a través de un proceso de evolución consciente o Wiñay. Pero si de repente lo estamos descuidando, entonces es la época más propicia para retomarlo o iniciar este trabajo individual.
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*Prof. Lizardo Perez A. en su obra INKAKUNAQ MIT’ANPI QELQAY, pág. 45 (Edit. Amercar, Cusco-Perú, 1990).
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