martes, 4 de abril de 2017

semillas de memoria...

Caminaba por un pequeño sendero, un trillito, de intensos complementos rojo-verdosos.  
El sol destellaba sus gotas de luz sobre las hojas, al punto que sentía estar rodeada de bichitos de luz en plena tarde de enero.

El viento soplaba con mucha pereza.  Las hojas se quejaban porque su juego de hamacarse se había vuelto intermitente y les resultaba poco emocionante.
Yo las escuchaba diciéndole al viento que sea un poco más amable y les ayude a jugar como otras veces; como cuando sopla y las hace dar vueltas como un trompo mientras se aferran con fuerza a la ramita que las sostiene.

Me pareció tan maravilloso escuchar hablar a las hojitas, ni se imaginan la emoción que sentí.  Pero lo mejor fue cuando pasó ese primer momento y caí en la cuenta de que ¡estaba ESCUCHANDO hablar a las hojitas!

Ufff! Se me aflojaron las rodillas; tanto, tanto que tuve que sentarme al costado del trillito.  Y qué suerte que lo hice, porque precisamente allí, en mi asiento de tierra y con los ojos tan gigantescamente abiertos por el asombro, pude ver a una pequeña mariposa bailando con un colibrí.

Aunque no, no estaban bailando.  Cuando logré comprender lo que veía, descubrí que la mariposa sembraba diminutas semillas en cada ser vivo que encontrara a su paso: animal, vegetal y mineral.  Semillas que le traía el colibrí en su vuelo veloz.

Mi sorpresa ya era tan grande que la boca me quedó muy muy abierta. Así que la mariposa aprovechó la oportunidad, y con gran generosidad, también puso una sobre mi lengua.

-         -  ¿Qué son esas semillitas? – me escuché preguntar a la mariposa.

-          - Son semillas de las Palabras.  Aunque en realidad, estas no son realmente las semillas.  Porque todos los seres ya la tienen.  En verdad son semillas de memoria, para ayudarles a recordar que ya están dentro y que el trabajo de cultivarlas es el compromiso que cada ser tomó cuando decidió crecer en la Tierra.  Recordar que si las regamos con amor, paciencia, asombro y felicidad, dentro de cada uno crecen Bellas Palabras que nos engalanan con todos los colores de la Naturaleza, y nos invitan a resplandecer como gotas de Sol.

Mi corazón latió con fuerza, y un sentimiento urgente creció como un árbol dentro mío.  Sentía que las raíces bajaban por mis piernas buscando el suelo fértil del trillito en el monte, y mis brazos florecían en ramas fuertes que se abrazaban al cielo.  

Entonces me escuché decir:
-         Yo quiero recordar y cultivar mi semilla.


La mariposa y el colibrí hicieron un giro sobre mi cabeza para continuar con su siembra, y yo sólo sonreí.

(Este cuento, al igual que todos los demás, nacen desde lo más hondo del corazón.  Lo ofrezco con amorosa gratitud a la Vida.  Deseo que quien lo reciba lo haga también con amorosa gratitud y respeto.)




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