Caminaba por un pequeño sendero, un trillito, de intensos
complementos rojo-verdosos.
El sol
destellaba sus gotas de luz sobre las hojas, al punto que sentía estar rodeada
de bichitos de luz en plena tarde de enero.
El viento soplaba con mucha pereza. Las hojas se quejaban porque su juego de
hamacarse se había vuelto intermitente y les resultaba poco emocionante.
Yo las escuchaba diciéndole al viento que sea un poco más
amable y les ayude a jugar como otras veces; como cuando sopla y las hace dar
vueltas como un trompo mientras se aferran con fuerza a la ramita que las
sostiene.
Me pareció tan maravilloso escuchar hablar a las hojitas, ni
se imaginan la emoción que sentí. Pero
lo mejor fue cuando pasó ese primer momento y caí en la cuenta de que ¡estaba
ESCUCHANDO hablar a las hojitas!
Ufff! Se me aflojaron las rodillas; tanto, tanto que tuve
que sentarme al costado del trillito. Y
qué suerte que lo hice, porque precisamente allí, en mi asiento de tierra y con
los ojos tan gigantescamente abiertos por el asombro, pude ver a una pequeña
mariposa bailando con un colibrí.
Aunque no, no estaban bailando. Cuando logré comprender lo que veía, descubrí
que la mariposa sembraba diminutas semillas en cada ser vivo que encontrara a
su paso: animal, vegetal y mineral.
Semillas que le traía el colibrí en su vuelo veloz.
Mi sorpresa ya era tan grande que la boca me quedó muy muy
abierta. Así que la mariposa aprovechó la oportunidad, y con gran generosidad,
también puso una sobre mi lengua.
- - ¿Qué son esas semillitas? – me escuché preguntar
a la mariposa.
- - Son semillas de las Palabras. Aunque en realidad, estas no son realmente
las semillas. Porque todos los seres ya
la tienen. En verdad son semillas de
memoria, para ayudarles a recordar que ya están dentro y que el trabajo de
cultivarlas es el compromiso que cada ser tomó cuando decidió crecer en la
Tierra. Recordar que si las regamos con
amor, paciencia, asombro y felicidad, dentro de cada uno crecen Bellas Palabras
que nos engalanan con todos los colores de la Naturaleza, y nos invitan a
resplandecer como gotas de Sol.
Mi corazón latió con fuerza, y un sentimiento urgente creció
como un árbol dentro mío. Sentía que las
raíces bajaban por mis piernas buscando el suelo fértil del trillito en el
monte, y mis brazos florecían en ramas fuertes que se abrazaban al cielo.
Entonces me escuché decir:
- - Yo quiero recordar y cultivar mi semilla.
La mariposa y el colibrí hicieron un giro sobre mi cabeza para
continuar con su siembra, y yo sólo sonreí.
(Este cuento, al igual que todos los demás, nacen desde lo más hondo del corazón. Lo ofrezco con amorosa gratitud a la Vida. Deseo que quien lo reciba lo haga también con amorosa gratitud y respeto.)
Hermoso cuento de Pacha! Felicitaciones Paulina!
ResponderEliminarAprovecho para recordarles que en el MUSEO PIEDRA CRUZ SUR de Mina Clavero (Av. Mitre 1012), se pueden adquirir los hermosos Cuentos de Pacha.